Paseaba por el puerto, abarrotado de gente subiendo a barcos,
pescadores de almas trabajando sin parar, voces alzadas y un murmullo
interminable. Su petate colgando del hombro. Su mirada había visto tantos
amaneceres y anocheceres de hombres, que su vida le parecía una chispa en la
oscuridad eterna. Allí estaba, el viejo resistente y poderoso Esperanto, pero
algo captó su atención, una mujer sentada en el malecón con una pequeña maleta,
se acercó a ella y la dijo:
- El barco que espera no creo que vaya a llegar, debería ir
usted en su búsqueda o al destino que quiere llegar.
Ella levantó la mirada y con voz baja susurró:
- ¿Y dónde embarcar qué me lleve a ese lugar?
En propiedad |
El marinero extendió su brazo tatuado, abrió su mano surcada
por los años de tragedias y victorias y dijo:
- ¡Venga! irá en el Esperanto.
Ella le miró, él sonrió mostrando su boca mellada, y la ayudó
a levantarse. Embarcaron y pronto las velas se desplegaron.
Saliendo del puerto
al mediterráneo éste dijo:
- ¡Señora, coja el timón! Usted será dueña del destino, yo
aquí estaré para aconsejar, nada más.
Cada persona es dueña de su alma, sus decisiones y su vida.
Los demás somos una muleta, un auxiliar, una luz en momentos de oscuridad.
Con cara de asombro la mujer dijo:
- Pero… ¡yo, no sé!
Marinero: ¡cójalo! la guiaré aún con el mar y el viento en
calma, no se fie, hay fuerzas no visibles bajo la superficie. Ahora no tiene
nada, salvo su experiencia innata.
Con manos temblorosas la mujer cogió el timón, el marinero se
apoyó sobre los hombros de ella y la dijo:
- Corrija el rumbo dirección al sol, si al océano queremos
llegar atravesando las torres de Hércules.
La mujer tomó aire mientras dejaba deslizar sus manos por
aquel gran volante, intentaba familiarizarse con aquello que era nuevo para
ella; con el tacto notaba las grietas y el paso de los años de la madera… El
marinero la despertó de su ensueño diciendo:
- Pronto anochecerá, pero ya se ve la luna, ¿ve aquella
estrella? Que el barco apunte a ella, no se fije en las demás ni en la luz
potente de la luna… es mujer, la engañará.
Como buena novata, la mujer no quitaba los ojos de su
estrella, no pestañeaba por miedo a perderla de vista y agarrotada cogía bien
fuerte el timón.
El marinero al verla sonrió y la dijo:
- Descanse, ahora guiaré el rumbo, repose, llega una tormenta
y le harán falta las fuerzas para sujetar el timón, que ni vientos ni olas le
hagan desistir o el rumbo desviar.
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Marinero: ¡Coja el timón! ¡Sujételo fuerte y no ceda jamás! O a su destino tardaremos en llegar.
Mujer: Apenas puedo mantenerme en equilibrio, las olas no me
dejan estar de pie junto a él ¿Hacia dónde miro? ¿Hacia dónde dirijo el barco?
-Vientos arreciando, olas haciendo todo por la borda saltar,
el marinero empapado, anclado junto al mástil no para de gritar.
Marinero: ¡Sujete fuerte! No la podrán ganar.
Mujer: ¡Eso hago! ¿No lo ve? Nunca me imaginé que las olas
tendrían tanta fuerza.
Marinero: ¡Un último esfuerzo! la luz del día un nuevo
panorama traerá.
-Tras el duro episodio, a lo lejos, la luz del nuevo día, las
torres de Hércules se logran atisbar.
Marinero: Va a ser dura prueba, dos mares que chocan, el de
la aventura y superación contra la comodidad y tranquilidad. Este último
abandonamos. Cuando yo le diga, ¡escuche y mire sin pensar!
Mujer: ¡Qué bien! ¡Qué buenas noticias! Pensaba que todo lo
malo ya lo habíamos pasado…
Marinero: ¡Gire a babor! Evite las rocas, la harán encallar.
Mujer: ¿A babor? ¿Qué es eso?
Marinero: ¡A la derecha! y después apunte al frente o la
tormenta nos volverá a alcanzar.
Mujer: ¡No consigo ver nada! Tengo miedo, usted me guía, son
mis ojos ahora mismo.
Marinero: ¡Un poco más, aguante! Y las torres lograremos
pasar.
La mujer cerró los ojos y se agarró fuertemente al timón,
siguiendo las instrucciones de aquel viejo mientras maldecía entre dientes: en
maldita hora me subí yo al Esperanto.
Marinero: ¡Uf! Hemos pasado, bienvenida al mundo de las
aventuras y la oportunidad, su destino está cerca, ahora cogeré el timón,
necesita descansar.
El marinero miraba su estrella pensando al destino llegar, él
ya tenía su vida ¿su destino? Siempre ayudar. Despunta el nuevo día.
Marinero: ¡Buenos días! ¿Preparada para aprender a pescar?
La mujer, sorprendida, cogía la caña que le ofrecía el
capitán.
Marinero: No se fie de colores llamativos, y los peces
pequeños suéltelos de nuevo al mar. El agua es engañosa y a veces lo grande es
pequeño en realidad, es como las perlas, solo tras cogerlas se conoce su
falsedad.
La mujer sonrió diciéndole: ¿y qué hago con los grandes que muerden?
Los dos se echaron a reír.
La mujer sin saberlo, se estaba curtiendo de nuevas
experiencias, preparándose para lo imprevisto, siendo flexible y dejándose
guiar por los que saben. No es oro todo lo que reluce, observando y mirando de
cerca te podrás dar cuenta de la autenticidad.
Llega una nueva lección para ella: “los vientos.”
Marinero: Ahora fíjese en los vientos, solo siga aquellos que
el barco a su destino le hagan llegar, a veces es mejor arriar velas y esperar.
Mujer: Entiendo, no se puede luchar contra lo que es más
fuerte que tú. En esos momentos es mejor no malgastar tus fuerzas, sino
sentarte y descansar, pensar y esperar el momento adecuado para seguir
avanzando.
Tras varios días el destino ya estaba cerca.
Marinero: He aquí mi último consejo antes de desembarcar.
La mujer lo miró atentamente, con los ojos humedecidos,
sentía un gran cariño por aquel hombre de apariencia tosca, pero que, en
realidad, dentro de él, guardaba un gran valor, su sabiduría.
Marinero: Aplique todo lo aprendido a su vida real, la estrella que ha seguido se encuentra en su
interior y siempre brillará.
No pudo evitar romperse en mil lágrimas la mujer, mientras le
acariciaba la cicatriz que llevaba el marinero en su mejilla.
Marinero: Hemos llegado, este es su destino, piense en todo
lo aprendido, lo sufrido, lo luchado y su talento innato, lo tiene todo y aquí
se encuentra su oportunidad.
Mujer: ¿Nos volveremos a encontrar?
Marinero: Me despido ya, parto con Esperanto, hay más gente a
la que ayudar, no dudo que cuando a este puerto regrese, dueña de su vida y de
100 barcos más usted será; porque se leer en las personas y el éxito ya lo
tiene, así que triunfará.
La mujer le dio un beso en la frente y, junto a su maleta,
bajó de aquel barco sintiéndose fuerte y con nuevas esperanzas.
Adiós, dijo el marinero levantando la mano, y en todo el
puerto se escuchó: rumbo más allá del sol, donde estaremos esperando a quien
sus virtudes mostrar.
“Todos somos dueños de nuestro destino, según manejemos el
timón, nuestra travesía al objetivo tardará más o menos en llegar. Todo error
puede corregirse soltando lastres o dando un golpe de timón, pero no debemos
dejar que solo el viento nos arrastre y nos aleje de nuestros anhelos e
ilusión. Debemos ser los pilotos de nuestra vida”
Más allá de las columnas de Hércules.
Foto de: trianguloequidlatere.blogspot.com
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